La televisión en México ha sido, por décadas, mucho más que entretenimiento: ha sido la ventana por la que el país se mira, se reconoce y se reinventa. Desde los primeros noticieros hasta las series más actuales, ha contado quiénes somos, qué soñamos, qué tememos.
En cada rincón del país, una pantalla encendida es un punto de encuentro. En el centro de la sala, en la tiendita del barrio, en la casa del abuelo. La televisión ha sido narradora y testigo, ha acompañado generaciones, ha sido el espejo del tiempo.
Y aunque los hábitos cambien y los formatos evolucionen, el poder de la televisión sigue ahí: en la imagen que emociona, en el rostro que informa, en la historia que no sabías que necesitabas ver. Porque verla, muchas veces, es también vernos.