No hace falta verla para sentirla. La radio llega donde las pantallas no, rompe el silencio con palabras que abrazan, que informan, que acompañan. En un país tan grande como México, la radio sigue siendo el puente más humano: une sin juzgar, escucha sin prisa, responde sin filtros.
Cada voz al aire es una promesa: alguien está ahí. Y ese alguien puede ser un vecino, una madre, un líder, un joven con algo urgente que decir. Porque la radio no impone: conversa. No adorna: narra. Y en esa frecuencia viva, México sigue latiendo.