La televisión pública tiene un rol distinto: no vende, no distrae, no repite. Propone. Explica. Construye ciudadanía. En cada programa informativo, en cada serie educativa, en cada transmisión cultural, hay una apuesta por el valor de lo común.
Porque una sociedad que se ve reflejada con honestidad en la pantalla, es una sociedad que se fortalece. Y por eso, la televisión pública no compite con el espectáculo: compite con la ignorancia, con la apatía, con el olvido. Nos invita a vernos —y ver al otro— con más claridad.