La radio no necesita pantalla para quedarse en nosotros. Basta una voz, una canción, una historia bien contada para grabarse en la memoria. Porque la radio no pasa: permanece. Acompaña silencios, rompe distancias, y en muchos rincones, sigue siendo el primer y último medio.
En México, su fuerza está en lo cotidiano. En la voz que da los buenos días, en el boletín escolar, en la alerta que llega a tiempo. La radio no interrumpe: entra con suavidad y deja huella. Por eso, aunque cambien las tecnologías, la radio sigue… y seguirá. Porque mientras haya algo que decir, alguien encenderá el dial para escucharlo.